En Jujuy, estamos contando las horas para poder recibirlos. Desde el primer día del último mes del año, con los cuidados necesarios, esperamos acogerlos con nuestros paisajes, cultura y calidez.
Presentamos un nuevo capítulo de esta serie que, sin pretenderlo, se convirtió en la guía de viaje de muchos viajeros que quieren descubrir nuestra provincia.
A Jujuy Siempre se vuelve
Cap. 23
Hoy: Un paisaje de otro planeta. Visitamos “el Valle de la Luna”.
Hoy, nos sumergiremos en un paisaje de “piedra y mineral” (1), ubicado a 3800 msnm.
Hace bastante líneas y recorrido que dejamos atrás: cerros coloridos, ferias, gente, cámaras de fotos, carteles, ofertas, rutas…
En esta región: senderos, viento, mucho viento, inmensidad, piedras, escasa vegetación, caminos pedregosos, son los matices que la definen.
Bien pegadito a Bolivia, se encuentra Cusi-Cusi, poblado mil quinientos habitantes. Dista a 125 kms. de Abra Pampa y se accede a él por Ruta Nacional N° 9, y luego se toman las rutas provinciales 70, 71 y 85. Una alternativa puede ser partir desde Purmamarca por la Ruta Nacional 52, empalmar con la nueva traza de la Ruta Nacional 40 y continuar por las rutas provinciales que mencionamos antes. Desde La Quiaca, por ruta Provincial 5 y Ruta Nacional 40, se recorren 137 kms. (aproximadamente 3 1/2 hs de viaje).
La Ruta 40 no tiene acceso directo hacia alguno de los paisajes, pero, por ejemplo, nos regala inigualables miradores del Valle de la Luna (destino destacado de este capítulo).
Antes de visitar esta zona, y en general la puna, debe tenerse bien presente la amplitud térmica diaria de la región, alcanza valores entre 30 y 35 ºC de diferencia de temperatura entre el día y la noche. (2)
También se recomienda no ingerir alimentos “pesados” y tener a mano caramelos, chicles, gaseosas… Si bien hay visitantes que no la sufren, otros se ven muy afectados por el mal conocido: “apunamiento”. Un par de hojas de coca, un té de hojas de coca o caramelos de la misma hoja, pueden ser buenos compañeros en este viaje.
Al llegar, quizás pensamos que no hay mucho que hacer en la zona, pero Jujuy sorprende en cada rincón.
Remarcamos la necesidad de contar con la compañía de guías locales en estos paseos.
Antes de conocer nuestro lugar “base” (Cusi Cusi), haremos un breve recorrido por los alrededores.
Caminos provinciales con horizontes infinitos, nos acercan a la triple frontera entre Argentina, Bolivia y Chile. Allí, al pie del cerro Zapaleri, se encuentra Lagunilla del Farallón.
A pocos kilómetros de llegar a su emplazamiento, se observan aguas termales, criaderos de truchas, cuevas antiguas, inmensos cactus, cortaderas y muña-muña, entre otros yuyos naturales del lugar. También se observan lagunas de tamaño mediano alrededor del pueblo, y varias minas abandonadas, donde tiempo atrás se explotaron plomo, estaño, zinc, oro y plata. (3)
Entre tanta soledad y aridez, vamos en busca de agua.
Contiguo a este lugar, se encuentra el hito del punto tripartito. Éste está marcado por cono volcánico llamado Cerro de Vilama, también conocido como el volcán de la laguna, con una altura de 5678 msnm.
Esta zona pertenece a la Reserva Provincial Altoandina de la Chinchilla. La Laguna de Vilama, sitio Ramsar desde 2000, tiene una superficie de 157000 hectáreas. (4)
Poblaciones de peces y variedad de aves, rompen con el árido paisaje puneño y componen un paisaje macro, inolvidable.
Cerca de la confluencia de los ríos Granadas y Paicone, se encuentra un pequeño caserío, homónimo a este último.
Paicone es un pueblo con historia minera: cerca de allí se encuentra la mina Chusmimayo; aunque hoy en día la subsistencia se basa en la cría de llamas.
En los alrededores al poblado, hay rocas que, al ser golpeadas, suenan como una campana, por ello fueron bautizadas como “Piedras campanas” o fonolitos, y son buscadas por los turistas, que quieren llevarse el tañido guardado en la memoria.
En sus calles, llaman la atención los olmos de Siberia, árboles que resisten el frío, el sol y la aridez.
Lo más notable en Picone es el paisaje con las laderas erosionadas de la sierra que se hallan detrás del poblado, que semejan grandes garras multicolores: con tonos amarillo, blanco, rosa, carmín, púrpura. (5)
Vamos a seguir desandando la atrapante Ruta Nacional 40.
A 4 kms. de ella, se encuentra el primer pueblo solar andino: “Misa Rumi”, lugar con 120 habitantes.
Hay que detenerse y visitar la pequeña iglesia San Juan de Oro, que data de 1700 y que los habitantes de la zona trabajan para mantenerla en pie.
Enmarcan esta edificación un viejo, pero bien conservado aljibe, que se ubica en el patio de la misma y un monasterio o abadía franciscana, de 1580.
Punto obligado de visita es la casa ecológica de la fundación Eco Andina Eco Huasi.
Luego de disfrutar del inmenso entorno, finalmente, nos detendremos en Cusi Cusi.
En Cusi Cusi, su gente es de andar cansino. El acullico (hojas de coca ya en la boca), es el silencioso compañero del letargo cotidiano. Caminos perdidos entre montañas, guardan las huellas del diario pastoreo, una de las actividades principales del lugar, junto a la agricultura y el turismo.
La historia está graba en estas tierras. A 4 kms. del poblado, se encuentra el asentamiento agrícola “Casas Quemadas”, que pertenecen al período tardío o Inka. Desde este punto, se desprenden, al menos, tres caminos donde se observan marcas del Chapaq Ñan (Camino del Inca).
El pueblo es diminuto: cuenta con dos calles, plaza y la iglesia, construida hace aproximadamente 200 años.
En el paraje Matancillas, al pie de la cordillera de Lípez y del Volcán Granada, cinco kilómetros al este de Cusi Cusi, se encuentra el atractivo principal de este paseo: El Valle de la Luna o Valle de Marte. Esta maravilla natural, se localiza al oeste del río Orosmayo, en el interfluvio de los ríos Granadas y Tiomayo. Es un valle de variados tonos rojizos, grises, blancos y morados tallados por la erosión en las rocas volcánicas de la Puna. (6)
Es un valle de variados tonos rojizos, grises, blancos y morados tallados por la erosión en las rocas volcánicas de la Puna.
Sus farallones rocosos tienen hasta 100 m de altura sobre el piso del valle.
Son rocas con colores que van del blanco al gris, y del rojo claro al carmesí. Mayormente escorias y cenizas volcánicas. (7)
Con el transcurso de milenios se han ido creado extrañas formas, esculpiéndose domos, quebradas y columnas, en medio de un paisaje agreste, desértico, donde dominan variados colores: verdes, grises, pálidos beige, pasando por tonalidades de rosa, naranja, castaño oscuro, hasta el rojo y el carmesí. Esto ocurre en razón de la variada composición mineral de las distintas vetas erosionadas; todos ellos exhiben una más vívida coloración a causa de la intensidad de la luz solar y a su muy baja humedad. (8)
Seguramente, este no fue un paseo más. La altura, el clima, el asombro… nos dejaron exhaustos.
Comprobamos que visitar Jujuy, es recorrer una policromía de colores, paisajes, historias, leyendas.
Nos vamos acercando al final de esta “serie”, que tiene el afán de guiar a nuestros visitantes cuando estén o decidan ir a Jujuy.
Momento de un renovador descanso y nos encontramos en el próximo capítulo.
REFERENCIAS:
- Tomadas de “La Puna”, poema de José Antonio Arriéguez
- inta.gob.ar
- todojujuy.com
- mitica.tur.ar
- turismoruta40.com.ar
- todojujuy.com
- turismoruta40.com.ar
- todojujuy.com