Nacido del amor, esta es, en la pluma de Augusto César Lizárraga, 𝗟𝗔 𝗟𝗘𝗬𝗘𝗡𝗗𝗔 𝗗𝗘𝗟 𝗖𝗘𝗥𝗥𝗢 𝗟𝗔 𝗣𝗔𝗟𝗘𝗧𝗔 𝗗𝗘𝗟 𝗣𝗜𝗡𝗧𝗢𝗥.

Esta historia transcurre en la bella Maimará (Estrella que Cae) en lengua omaguaca, idioma que se hablaba en aquellos tiempos, cuando gobernaba desde el Cuzco el Inca Huayna Capac. Nada interrumpía la armonía de su gente, que convivía en equilibrio con todos los elementos de la naturaleza.
El que estaba al frente de los maimaras era el cacique Tupaj Kuntur (Cóndor con grandeza); orientaba sabiamente a su pueblo, con justicia y experiencia. Su hijo primogénito se llamaba Wayna Mallku (Cóndor Joven) este era muy apuesto, de nobles sentimientos, adornaba su personalidad, sus condiciones naturales con el arte, ya que era poeta y músico.
Cierto día, en las proximidades de la actual Chicape, conoció a Huarmi Sisa (Mujer en flor) una diosa menor del panteón andino, que tenía el don de corporizarse en ser humano. Era la encargada de velar por la comunidad maimareña y su área de influencia; eso por supuesto, él no lo sabía. La había visto desde lejos recorriendo los corrales de llamas, acariciando suavemente a las crías, también en los sembradíos de maíz, las aguadas, los campos cubiertos de cardones, llevando en sus manos el dorado polen, depositándolo entre las carolas de los airampos en flor, también cuando jugaba con los kentis (picaflores) entre las flores azules de los alfalfares.
Para no sorprenderla, en lo alto de un montículo próximo a donde se encontraba, comenzó a interpretar con su quena, un melancólico yarawi, ella, amorosamente giro la cabeza adornada con una vincha de oro, sus bellísimos ojos negros como un remanso insondable se posaron en los ojos de Wayna Mallku, mientras se le acercaba. Sobre la melodía cantaba versos improvisados que narraban una historia de amor.
Así fue como se conocieron y se enamoraron. Juntos, tomados de la mano, se los veía recorrer los senderos pedregosos de Maimara. Siempre la acompañaba hasta Huichaira, donde le dijo que vivía junto a sus abuelos, que en realidad eran los yatiris y mallkus de esta región de la nación omaguaca.
En cierta ocasión, ella falto a una de las acostumbradas citas. Sin dudarlo el joven se dirigió a Huichaira a la casa de los abuelos a preguntar por su amada. La casa donde lo recibieron estaba construida según el estilo inca, las paredes de piedras exactamente ajustadas, con puertas y ventanas cuyas bases eran más anchas que los dinteles, el techo de madera de cardón y paja, el piso de arcilla roja muy bien compactada y alisada, en el interior se destacaban los altares dedicados a la diosa Quilla (Luna) y a Tata Inti (Sol), el perfume de los saumerios de tola coa hacían más agradable aquel ambiente religioso. El yatiri mas anciano le dice que le será imposible aspirar a concretar su amor por Huarmi Sisa, ya que en realidad era una diosa y como tal no pertenecía a este mundo.
Huayna Mallku no podía dar crédito a este fantástico relato, de ninguna manera se daría por vencido, su amor por Sisa no conocía de razones. Fervientemente invoca a todos los dioses y le pide que le posibiliten mostrarle a Sisa algo impactante para regalárselo en prueba de su amor.
Cierto día, antes de la fiesta del Inti Raymi, sus ruegos fueron escuchados, un nublado gris cubrió todo el cerro Negro de Maimara, una tenue llovizna otoñal colmaba el aire anunciando presagios. Poco antes del Amanecer, una misteriosa lluvia de luz que precedió a la caída de una fulgurante estrella, una misteriosa luz, al principio suave, fue aumentando de intensidad; este fenómeno solo fue advertido por los mallkus y yataris de la tribu.
Cuando el Tata Inti iluminó la comarca maimareña, milagrosamente, la base del cerro Negro se había transformado en una ladera de variadas formas y llamativos colores, algunas todavía no interpretadas, en ellas los dioses inscribieron el calendario solar y lunar como así también la precesión de los equinoccios, también la figura de un guerrero del futuro que liberaría de la opresión a los descendientes de la nación andina.


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